Sé que podeu trobar aquest article en altres llocs, però els testimonis s'ho valen, no es poden ignorar i val més que els trobeu 2 vegades a la xarxa que no cap ... cada dia hi ha més proves de les violacions constants dels Drets Humans que pateixen els sahrauís i cal denunciar-ho. En l'article del conegut periodista TOMÁS BÁRBULO, publicat a LAS PALMAS, podeu llegir situacions que veritablement costen d'explicar. Cal que Espanya denuncii oficialment aquestes situacions
Brahim Ezzeer se levanta la camisa y muestra el vientre. Tiene tres ombligos: el primero se lo dio la naturaleza, pero los otros dos -situados un poco más abajo, en vertical- son recuerdos de su paso por una comisaría de El Aaiún y fueron hechos con una máquina de taladrar resmas de papel. Mientras le mantenían colgado de una barra y le golpeaban con sus porras, los policías también le descoyuntaron los brazos, que ahora parecen doblarse al revés.
"Estuve 15 días con el Polisario. Me enseñaron el manejo de las armas", cuenta Ezzeer
Los relatos de estos jóvenes hablan de detenciones, torturas y acoso policial
Un inmigrante acusa a la policía marroquí de apalear a los hombres y violar a las mujeres
Ezzeer, que tiene 21 años, es uno de los más de 200 saharauis que este año han arribado en pateras a Canarias para solicitar asilo político. Otro centenar ha muerto o desaparecido en el Atlántico durante la travesía. Desde hace una semana, Ezzeer se aloja, junto a 21 compatriotas, en el centro de acogida que la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) tiene en la localidad grancanaria de Vecindario. La incesante llegada de saharauis en los dos últimos meses ha saturado este centro, que se ha visto obligado a ampliar sus plazas, y también los que Cruz Roja tiene en esa isla y en la vecina Fuerteventura. A pesar de ello, decenas de jóvenes procedentes de la antigua colonia española han tenido que ser trasladados a la Península.
Una delegación de la Oficina de Asilo y Refugio (OAR), dependiente del Ministerio del Interior, tiene previsto desplazarse los próximos días al archipiélago para entrevistarles y decidir si atiende a sus peticiones o les entrega a Marruecos. En caso de que el Gobierno se niegue a darles asilo, piden que no les devuelva a El Aaiún -"no queremos vivir allí como presos", dicen-, sino que les lleve a Tinduf (Argelia), donde se hallan los campamentos de refugiados del Frente Polisario. "Si estalla la guerra entre Marruecos y el Polisario, yo iré el primero", dice Ezzeer con convicción. Los demás están de acuerdo.
Brahim Ezzeer, hijo de la belicosa tribu Izarguíen; Ali Tergui, también de 21 años y perteneciente a la aristocrática tribu Erguibat; Ali Haidar, de 19 años y miembro de la combativa tribu Ait Usa... Todos estos muchachos responden al mismo perfil, que dibuja el director del centro de acogida, Gonzalo Andrade: "Varones, de entre 18 y 30 años, solteros, la mitad de ellos estudiantes". Durante el último año y medio han protagonizado continuas manifestaciones independentistas en las calles del Sáhara Occidental, la antigua colonia española ocupada por Marruecos desde hace tres décadas. Sus relatos hablan de detenciones, torturas, violaciones, encarcelamientos y acoso policial.
La historia de Ezzeer es una más de ese drama. Precisamente por ello, también es representativa de las causas del éxodo creciente de jóvenes saharauis hacia el archipiélago. El joven muestra dos documentos. Uno es un certificado del Polisario que reconoce su condición de saharaui. Incluso señala el tomo y la página del censo realizado por España en 1974 y el número del censo actualizado después por la ONU; en ambos recuentos, su madre aparece como saharaui con derecho a voto en el eternamente aplazado referéndum de autodeterminación. El otro documento es el carné de solicitante de asilo expedido por Interior. En él figuran el lugar y la fecha de su nacimiento (El Aaiún, 1985), y debajo: "Nación: Marruecos". Sorprendentemente, Interior asume algo que nunca ha sido reconocido por la comunidad internacional: la ocupación del Sáhara por Marruecos. La misma nacionalidad "marroquí" figura en los carnés de los demás saharauis del centro.
Ezzeer, un joven alto y delgado que mima un bigote incipiente para aparentar más edad, comenzó a alimentar su rechazo hacia los marroquíes con sólo seis años: "Vivíamos en Tantán (ciudad marroquí situada al norte del Sáhara Occidental). Mi madre fue a pedir provisiones de las ayudas sociales que el Gobierno de Rabat repartía entre su gente. Se las negaron y, cuando ella insistió, los policías la echaron a palos. Nunca olvidaré eso".
En 1991, su familia volvió a El Aaiún: "Acababan de llegar los autobuses cargados de colonos enviados por Hassan II para diluir la identidad saharaui en el referéndum de autodeterminación. Los alojaban en los Campamentos de la Unidad y les daban sacos con harina, azúcar, aceite, té... Pero nosotros no teníamos casa ni comida. Tuvimos que alojarnos con mis abuelos. Mis padres se habían separado, y mi madre, mis cuatro hermanos pequeños -dos chicos y dos chicas- y yo vivimos con ellos hasta que un político rico de nuestra tribu nos prestó una casa cerca del Cuartel General de la Minurso (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental). Mi abuela era la única de la casa que tenía trabajo. Los marroquíes le habían dado un permiso para limpiar las aulas de los colegios y los despachos de las comisarías".
Ezzeer apenas sabe escribir. Asistió al colegio sólo tres años, entre 1992 y 1994. Luego comenzó a trabajar: en una tienda de ultramarinos, en un locutorio, en una obra... Cada mes llevaba a casa unos 100 euros. Le detuvieron por primera vez en 1994. Fue en una manifestación para pedir que les dieran unas viviendas que acababa de abandonar el ejército. "La policía cargó contra nosotros y corrimos a encerrarnos en nuestras casas. Nos ordenaron que saliéramos sólo los hombres, pero teníamos miedo a que violaran a las mujeres y nos negamos. Entonces entraron. A mi madre le pegaron delante de mí. Nos sacaron a rastras y nos llevaron a todos a la comisaría de la calle Smara (en el centro de la ciudad). Estuvieron tres horas dándonos palos. Hacia la medianoche, un notable de Izarguíen logró que nos liberaran".
Es llamativo el papel jugado por la tribu Izarguíen en el origen de los disturbios que sacuden el Sáhara Occidental, y que se han extendido a la región marroquí de Tarfaya e incluso más al norte, hasta la ciudad de Gulemín y la antigua colonia española de Sidi Ifni. "Había mucha gente de Izarguíen que recibía menos ayudas sociales que los miembros de otras tribus", explica Ezzeer. Izarguíen es una tribu de la confederación Tekna. En el antiguo orden social del Sáhara, las tribus Tekna estaban formadas por guerreros que cobraban un tributo, llamado horma, a sus vecinas a cambio de protección.
Poco a poco, los jóvenes descontentos comenzaron a reunirse en torno a Aminetu Haidar, también de la tribu Izarguíen y la figura de la resistencia independentista más conocida en al ámbito internacional. "Ella nos animaba a que protestáramos", cuenta Ezzeer. Haidar supo encauzar sus protestas sociales hacia el ámbito político. Ezzeer empezó a participar en manifestaciones bajo la bandera del Polisario. "Cuando había algún disturbio, la policía se presentaba en mi casa a buscarme".
En 2004, reunió 500 euros y pagó a un comerciante "que sabía a quién había que sobornar" para que le llevara hacia el sur, hasta Mauritania. A través de Zuerat, logró llegar a los campamentos del Polisario, en Tinduf. "Estuve allí 15 días. El Polisario me dio consejos y me entrenó en el manejo de armas. Querían que me quedara con ellos, pero padezco asma y el viento cargado de arena de la hamada me pone enfermo". Volvió a El Aaiún. "Entonces me incorporé a la guerra de Matal-la", dice.
Matal-la es un barrio de El Aaiún, construido después de la salida de España del territorio y habitado sobre todo por saharauis. Allí se han venido produciendo la mayoría de los enfrentamientos entre jóvenes que reclaman la autodeterminación y las fuerzas del orden marroquíes. Fue tras una de esas manifestaciones, en agosto de 2004, cuando la policía detuvo a Ezzeer, le agujereó el vientre y le descoyuntó los brazos.
En agosto participó en una "acción" en Fum El Uad, la playa en la que muchos habitantes de El Aaiún tienen casitas de verano. El lugar estaba lleno de gente cuando soltaron un montón de globos y varios gatos con la bandera del Polisario. También izaron la enseña saharaui en el tejado del cuartel de la Gendarmería y la pegaron en un coche de la policía. "Llegaron varios camiones cargados de gendarmes con perros. Cogieron a muchos y los molieron a palos. Últimamente ya no encarcelan a casi nadie, porque los juicios les suponen una publicidad negativa: detienen a los manifestantes, los llevan a 10 kilómetros de la ciudad, en dirección a Smara, apalean a los hombres y violan a las mujeres, y luego los tiran a un basurero. Pero yo logré escapar y empecé a pensar en la forma de huir a Canarias".
Un grupo de amigos le avisó de que habían comprado una patera con motor a un marroquí. Se citaron la noche del 3 de septiembre en una playa situada 10 kilómetros al sur de la ciudad de Bojador. "Pagamos 100 euros a los vigilantes de la Marina Real para que nos dejaran pasar. Pensaron que éramos marroquíes, pero sólo dos de los 17 lo eran. Cada uno de ellos pagó 1.500 euros. Los demás éramos saharauis y pagamos menos: 500 euros por cabeza. A mí me dejaron subir gratis, porque no tenía dinero", explica Brahim.
Zarparon a las doce de la noche, tal como habían convenido con la Marina Real. La travesía debía durar 24 horas, pero el motor se averió el primer día y quedaron a la deriva. Una patrullera de la Guardia Civil les localizó el día 8 y les condujo al puerto de Las Palmas. Apenas les quedaban fuerzas para levantar las banderas del Polisario que habían ocultado en el fondo de la lancha.
Ezzeer pidió asilo político en el Centro de Internamiento de Extranjero de Barranco Seco, desde donde fue trasladado a la casa de acogida de CEAR. Afirma que, si el Gobierno le concede el asilo que ha solicitado, lo primero que hará será reunir 500 euros y enviarlos a la intifada saharaui: "Para que mis compañeros compren pintura y puedan seguir llenando las calles de banderas del Polisario". Luego, asegura, trabajará duro para mandar dinero a su familia. Dice que no piensa volver a pisar El Aaiún "hasta que el Sáhara sea libre".
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